
Calimero Llamazares
POR IGNACIO CAMACHO (ABC)
POR IGNACIO CAMACHO (ABC)
En vista de que la cosecha de votos le ha salido algo peor que regular, Llamazares se ha puesto a recolectar firmas contra la Ley Electoral, lloriqueando en plan Calimero, para descargar sobre el sistema de adjudicación de escaños la responsabilidad de que a él le hayan tocado sólo dos en la pedrea del bipartidismo. Por lo visto no tiene ahora mismo la nación necesidad más acuciante que reformar esa pérfida ley para que Llamazares pueda seguir cometiendo errores sin perder diputados, aunque sean errores tan garrafales como el que se dispone a consumar asociándose con Esquerra Republicana para formar grupo parlamentario. Con ideas como ésa no va a haber en el derecho constitucional ningún sistema proporcional capaz de rescatar a Izquierda Unida de la marginalidad política a la que la conduce este líder tan sagaz, cuya clarividencia asombra a sus compañeros -que le pregunten a Paco Frutos o a Rosa Aguilar- hasta dejarlos al borde de la desesperación más melancólica.
Con esa ley tan injusta -que lo es, ciertamente, en buena medida- en pleno vigor obtuvo Julio Anguita 21 diputados y un 10 por ciento de los votos nacionales, a base de marcar las distancias éticas con el PSOE en vez de hacerle la pelota mendicante en busca de las migajillas de poder que se le escaparan del mantel a Zapatero, que es en lo que ha consistido la línea política de este Llamazares tan lúcido que se arrima ahora a Carod-Rovira para salvaguardar algunas prebendas residuales como el sueldo de portavoz parlamentario y otras derramas clientelares de poca monta. Con las firmas que recoja para cambiar la norma piensa levantar una cortina de humo que tape la evidencia de su fracaso, pero no dice ni mú de cambiar el procedimiento de elección de alcaldes y presidentes autonómicos, del que se sirve para conseguir parcelas de poder muy por encima de sus resultados en un verdadero mercado negro de la política.
Izquierda Unida lleva años especulando al alza en el obsceno cambalache de los ayuntamientos y las autonomías, sin que se le oiga a nadie de los suyos ni media palabra a favor del «ballotage», la elección directa o cualquier otra fórmula que respete la voluntad de los ciudadanos e impida que partiditos con un puñado de votos se lleven el santo y la limosna en el reparto de las concejalías y demás prebendas de la administración intermedia. Ahora el ínclito Llamazares pone el grito en el cielo porque el voto útil (útil para el PSOE) ha arrasado sus expectativas de hacer de bisagra (de oro) en el Congreso de los Diputados, tratando de que sus quejas de plañidera disimulen el descalabro. Más le valdría aprovechar la Semana Santa, aunque sea agnóstico, para hacer un poco de penitencia política. No es menester que se dé latigazos; bastaría con que reconociese la culpa del batacazo en un honesto ejercicio de humildad y dejara de buscar en el universo, las leyes y el sistema la excusa de algo tan simple como su propia responsabilidad en un fracaso.
Con esa ley tan injusta -que lo es, ciertamente, en buena medida- en pleno vigor obtuvo Julio Anguita 21 diputados y un 10 por ciento de los votos nacionales, a base de marcar las distancias éticas con el PSOE en vez de hacerle la pelota mendicante en busca de las migajillas de poder que se le escaparan del mantel a Zapatero, que es en lo que ha consistido la línea política de este Llamazares tan lúcido que se arrima ahora a Carod-Rovira para salvaguardar algunas prebendas residuales como el sueldo de portavoz parlamentario y otras derramas clientelares de poca monta. Con las firmas que recoja para cambiar la norma piensa levantar una cortina de humo que tape la evidencia de su fracaso, pero no dice ni mú de cambiar el procedimiento de elección de alcaldes y presidentes autonómicos, del que se sirve para conseguir parcelas de poder muy por encima de sus resultados en un verdadero mercado negro de la política.
Izquierda Unida lleva años especulando al alza en el obsceno cambalache de los ayuntamientos y las autonomías, sin que se le oiga a nadie de los suyos ni media palabra a favor del «ballotage», la elección directa o cualquier otra fórmula que respete la voluntad de los ciudadanos e impida que partiditos con un puñado de votos se lleven el santo y la limosna en el reparto de las concejalías y demás prebendas de la administración intermedia. Ahora el ínclito Llamazares pone el grito en el cielo porque el voto útil (útil para el PSOE) ha arrasado sus expectativas de hacer de bisagra (de oro) en el Congreso de los Diputados, tratando de que sus quejas de plañidera disimulen el descalabro. Más le valdría aprovechar la Semana Santa, aunque sea agnóstico, para hacer un poco de penitencia política. No es menester que se dé latigazos; bastaría con que reconociese la culpa del batacazo en un honesto ejercicio de humildad y dejara de buscar en el universo, las leyes y el sistema la excusa de algo tan simple como su propia responsabilidad en un fracaso.
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